El otro día fui solo a un concierto de Ruidoblanco. Acabó siendo una noche tremenda, pero ése no es el tema. Estaba hablando con dos chicas tras el concierto y me contaron que estudiaban Comunicación Audiovisual, y que sabían que luego les esperaba el paro, sonrieron y brindamos. Yo les dije que esa posibilidad (¿realidad?) no les podía alejar de seguir yendo a conciertos, seguir sonriendo y seguir viendo la parte amable de la vida. Y saltaba a la vista que no necesitaban que se lo recordara.
Dos días después estaba dando una vuelta por mi viejo barrio de Valladolid, con mi madre. Ella siempre se para a hablar con una media de quinientos antiguos vecinos y conocidos cada vez que pasamos por allí, pero esta vez creo que sólo fueron cuatro o cinco. En todas las conversaciones sonó la frase “está todo muy mal” o algún derivado similar. En todas las conversaciones hubo alguna cara larga, o muchas. Una de ellas, de hecho, fue con un hombre y su mujer, que se había instalado de manera permanente en las caras largas y las lágrimas. Volví a casa bastante derrotado.
Desde aquí, desde donde yo estoy, es muy fácil decir que la negatividad no nos lleva a ninguna parte, pero es que de verdad creo que no nos lleva a ninguna parte. Creo que el gran mérito de estos días es el de la gente que sonríe bajo el chaparrón, que canta bajo la lluvia, que no deja que la mierda que nos cae contamine el olor de cada uno de esos días. La gente que sonríe es la gente que nos sostiene cuando vienen tan mal dadas. Yo no sé de dónde se sacan las fuerzas para remar, para intentarlo todo cuando no creen que se pueda, pero les agradezco infinitamente que lo hagan. Y no porque quiera cerrar los ojos a lo que hay, ni mucho menos, a estas alturas nadie se puede engañar, sino porque no suman negatividad a una atmósfera jodida. Porque aportan energía y luz a un entorno deprimente y lleno de sombras.
No digo que tengamos que callarnos y aplaudir que nos ninguneen y que se tambaleen hasta los cimientos de nuestros derechos. No digo que no haya que salir a la calle y hacer que nos escuchen, que no haya que gritar por la ventana que estamos más que hartos y no queremos seguir soportándolo… Digo que sonriamos más, que hagamos el trago menos amargo a los que están igual o más jodidos que nosotros, que no nos olvidemos de seguir mirando el lado positivo de la vida, que sigue estando ahí, en alguna parte.
Y digo que los que lo saben hacer, los que lo siguen haciendo después de todo y pese a todo, merecen toda mi gratitud, porque son energía.
0 comentarios:
Publicar un comentario