La Legendaria Entrada Número 22

De sobra es sabido que estamos en un momento álgido para las series de televisión, en oposición a la etapa casi oscura en la que está sumergido el cine actual, con la creatividad de los guionistas de Hollywood focalizada en secuelas de clásicos olvidados [en ocasiones, con razón]. Pero las series es otro cantar, al menos lo era hasta que los guionistas estadounidenses se pusieron en huelga, como muchos sabréis, por el escaso reconocimiento [económico, al parecer] que obtienen.

Pero no es mi objetivo hablar de lo que todos hablan, lo que hoy me ocupa es el pensamiento de que existe una idea que se ha quedado en el tintero de esos guionistas hasta ahora y que yo me dispongo a poner sobre la mesa, como un guante lanzado a la cara de quien quiera producir el siguiente hit de la franja televisiva de máxima audiencia... Os cuento:

Un tipo con un carácter agrio y un sentido del humor profundamente sarcástico, que además tiene problemas de movilidad y gestiona un equipo de trabajo interracial compuesto por tres jóvenes promesas en lo suyo, resuelve casos de especial complejidad con ideas abrumadoramente geniales que hacen olvidar lo insoportable que resulta como ser humano. No, no le pongáis nombre todavía, porque no es médico, ni hace nada relacionado con la medicina, es... ¡INGENIERO!

House... ¿ingeniero?

Sí, un House reciclado como ingeniero de cualquier cosa, por ejemplo, de software. También valdría un arquitecto. ¿Aún no pensáis que es genial?: echad un vistazo al primer esbozo superficial del episodio piloto [la mayor parte de los detalles están sin pulir, aún así, éxito asegurado]:

El Sr. Casas llega a su oficina, donde le espera su equipo de trabajo, se desparrama en su sillón y los cerca de ciento veinte kilos de carne que dificultan su movilidad se contonean con hipnóticos movimientos ondulantes. Uno de sus muchachos [de rasgos orientales, extrema delgadez, ropa aséptica y rostro de taciturna seriedad] se acerca a él para comunicarle que tienen un nuevo caso [ésta es la parte complicada de elaborar, pongamos, a modo de ejemplo, que es algo en plan un sistema central de una importante multinacional que se ha quedado colgado]. Casas ironiza acerca del poco convincente castellano del chico asiático y desestima el caso ofreciendo una solución sacada de un manual de Dummies: salir y volver a entrar. El otro de los chicos [un tipo con aspecto de inadaptado, en pleno proceso de crecimiento transversal, con gafas de pasta, pelo desordenado y camiseta adquirida en ThinkGeek] explica que eso ya se hizo y no funcionó, y añade con sonrisa burlona que el sistema está debidamente enchufado y conectado. Casas, que sigue sin estar interesado, responde mientras ataca a un donut [su inconfesable vicio y adicción], que entonces será un virus. La tercera en discordia del equipo [una chica poco agraciada físicamente, también con gafas, acné crónico y cara de muy pocos amigos] alega que desde luego no se trata de ningún virus conocido, ya que los más sofisticados sistemas antivirus no han logrado detectar nada [sí, la trama técnica es una chufa, pero para conseguir una en condiciones, tendría que comerme demasiado la cabeza y no es el objetivo]. La cara de Casas cambia entonces de matices, interesándose por el tema y pidiendo a su equipo que le consigan el diseño de los sistemas.

El drama se desata cuando descubren que los diseños se perdieron en un incendio años atrás. Casas entretiene a sus subalternos haciendo pruebas y revisando código mientras él se mantiene lejos del campo de batalla, nunca se acerca a los sistemas con los que trata. Lo que sigue a continuación son diagnósticos diferenciales de errores de sistemas, bromas étnicas al pobre oriental, chistes geeks, multitud de resets… Hasta que, por fin, el Sr. Casas, motivado por cualquier chorrada surgida de la trama secundaria [que se centrará en la incompetencia social y la acidez cómica de los protagonistas] da con la solución, [por ejemplo] una bomba lógica disparada por el anterior responsable de sistemas, despedido en condiciones de dudosa legitimidad [detalle que se le ocultó al Sr. Casas, que se reafirma en la tesis de que “todo el mundo miente”]
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Tachán. Es un mundo de posibilidades. ¡Cuántas situaciones escalofriantes que harían las delicias de todos aquellos a los que nos gusta House, pero nos frustramos al no entender prácticamente nada de lo que ocurre en la trama principal y quisiéramos que versara sobre nuestra especialidad!… Ya visualizo a Casas, el ingeniero obeso y ególatra, presionando a sus muchachos para que aporten ideas:

“¡Vamos, pensad!, ¿cuál es el diferencial de algo que puede hacer que el sistema detecte solamente la cuarta parte de la capacidad del disco duro?”

O haciendo comparaciones con la vida cotidiana para que la audiencia no iniciada en el mundillo de la informática sea capaz de seguir la trama:
“Un volcado de memoria es como una foto de un momento dado en la vida de un sistema, es una radiografía, nos permite ver lo que hay, pero no nos dice qué lo causa”

Me haría tanta ilusión que esta serie apareciera que prometo no reclamar ningún tipo de copyright sobre la idea… [Esta última declaración es un recurso literario, no un manifiesto vinculante].

Sed buenos.