ActualizaciónDeInformes_Octubre2012

Sip. Nos hemos saltado las actualizaciones de informes de Agosto (por vacaciones) y Septiembre (porque sí). Pero ya volvemos a contaros qué lo peta y qué no lo peta en absoluto en el mundo mundial. Seré breve:

Entra en lo que mola The Newsroom, la serie de la que os hablaba ayer, y como ya dije casi todo lo que tenía que decir sobre ella, no me explayo más sobre el tema. La otra novedad del informe de lo cool es la esgrima, deporte que comencé a practicar hace poco más de una semana y que me tiene bastante flipado. Eso sí, ninguna de estas dos novedades quita el puesto a los que sonríen bajo el chaparrón, que siguen coronando el ranking.


En el informe sobre lo runo nos encontramos con el ministro Wert y su curiosa forma de echar más leña al fuego del independentismo catalán hablando de "españolizar Cataluña", expresión que no hay por dónde coger y que oculta un fondo bastante feo. La otra incorporación es la quinta temporada de Fringe, que retoma el hilo que se inició en el capítulo 19 de la cuarta y que, a mi juicio, carece totalmente de interés. En el número uno siguen, por supuesto, las sabandijas.

Capitulando: The Newsroom

Me he zampado The Newsroom en menos de una semana. Y tan a gusto, oye. Así que aprovechando que hace tiempo que no hablo de series por aquí y que no me picaba tanto con una desde Homeland, voy a contaros un poco de qué va, por qué es criticada y por qué a mí me moló. En ese orden, además.

¿De qué va?

En el potente piloto de la serie se nos deja bien claro cuál va a ser el tono que impere durante toda la temporada, con alguna excepción puntual. Arranca con un speech tremendo sobre cómo los EEUU de América no son el mejor país del mundo. El encargado de este arranque es el principal protagonista de la serie, Will McAvoy, y a raíz del mismo decide tomarse unas semanas de vacaciones. Cuando vuelve a la redacción de noticias en la que trabaja como presentador, se encuentra con que su nueva productora ejecutiva es su ex-novia, MacKenzie McHale. Ella le convencerá para tratar de hacer un informativo independiente de audiencias y en el que prime el objetivo de presentar la verdad al espectador, soportada por hechos y contada del mejor modo posible.

Para completar la trama, nos encontramos con una redacción llena de gente joven, entusiasmada con la idea de hacer el mejor periodismo posible... y con sus historietas entre ellos, triángulos amorosos incluidos. También hay malos, como en casi todas las historias, en este caso serán los directores de la cadena los encargados de intentar alejar a los protagonistas de su cruzada por contar la verdad, con el fin de mantener las audiencias y, principalmente, evitar cabrear a las personas inadecuadas.

Y todo esto encajado en episodios que, para mi gusto, equilibran de maravilla la tensión de las tramas periodísticas con la comedia y los dramas personales de los protagonistas. El alto tono político de los ocho primeros minutos del piloto se extiende hasta el final del último capítulo, con una visión un tanto sesgada, pero bastante crítica de algunos aspectos de la actualidad socio-política estadounidense. En general es un entretenimiento más que digno que presenta una imagen utópica de lo que debería ser el periodismo usando para ello un escenario elaborado con noticias reales de los últimos tres años. Tiene trampas y sesgos, pero funciona muy bien como producto de ficción.


No empieza mal, ¿no?

¿Por qué ha recibido palos?

Por esas trampas y esos sesgos, principalmente. A ver, también hay cosas que, sencillamente, no están bien tiradas, sobre todo en el capítulo final... algunos giros poco creíbles y algunas situaciones cerradas de manera torpe o tópica. Pero, a mi juicio, no son demasiados los grandes fallos, y pocas cosas hay que sean perfectas, so...

Las críticas que he leído van en cuatro líneas fundamentales. Por un lado el claro sesgo político, que va en contra de la premisa fundamental de la serie. Es cierto que las hostias que da el amigo Will y su equipo van siempre hacia el mismo lado, pero yo diría que esto tiene un sentido argumental (al margen de cualquier intención adicional que tenga el creador de la serie, que a mí, particularmente, me da bastante igual, no necesito, ni busco, ni quiero, ni dejo que una serie de televisión se encargue de adoctrinarme sobre nada) al servir de contrapunto frente al hecho de que Will sea republicano registrado y, en su afán por hacer buen periodismo, no muestra reparos en cargar contra el partido Republicano. Que sí, que de todos modos habría estado bien que en algún capitulo hubieran dado caña a la Administración de Obama, pero no me parece una cosa grave que esto no ocurra.

Por otro lado he leído ataques hacia la superioridad moral de la que hacen gala los personajes. Por supuesto que en algún momento, algún personaje hace gala de cierta superioridad moral, entendida como un fuerte convencimiento de que tienen razón al pensar que ciertas cosas son buenas y otras son malas. Vale, ¿y? Entiendo que por esto algunos personajes te puedan caer mal, pero no lo veo como argumento en contra de la serie. En la misma se encuentran algunos ejemplos que sacan punta y hacen uso de estos rasgos de los protagonistas. Impagable cuando uno de los entrevistados por Will se le rebela en antena sacando a relucir precisamente estas cuestiones. Y es que Will a veces es un dolor, yo al principio no le tragaba, si me acabó cayendo bien no es porque se modere con el tiempo, sino porque se ven otras partes de su personalidad que molan. Eh, y será que soy un puto blando, pero a mí con ese "ask me your idiot question again" del final me ganó.


Aquí hay zascas para todos

Otra de las cosas que se han criticado es su falta de realismo. Imagino que esto es muy cierto, la serie no es muy realista, en algunos aspectos es muy claro, todos los tipos de la redacción tienen un amigo en algún sitio clave. El mundo real seguramente no sea así. Pero es que a lo mejor hacer una serie basada estrictamente en el mundo real sería un poco aburrido. O igual sería un documental. Esto es un producto de ficción, que busca contar ciertas historias, y gracias a que no tiene por qué ser realista en todo, consigue contar exactamente las historias que pretende, sin el obstáculo de que eso no pasaría en el mundo real.

Por último, también se ha dicho por ahí que cae demasiado hacia la telenovela... Ya os decía antes que yo creo que está bastante equilibrada, en realidad. Quizás es porque las historias personales de los protagonistas también me están gustando. Bueno, la de Jim y Maggie a veces me desespera, y esa revelación tardía de Sloan no me pareció demasiado creíble, pero por lo demás, todo bien. Eh, esperad, que me adelanto, aquí venía otra cabecera...

¿Por qué a mí me está molando?

Con todo lo que he apuntado hasta aquí, creo que ya he contestado a esta pregunta. Me mola como retrato de la cara más amable del periodismo, idealista y utópico, aunque pese a todo el idealismo mantenga ciertos sesgos. Me mola la dinámica de equipo que vende, la forma en que la redacción planta cara cuando vienen mal dadas; esto es muy notable, por poner un ejemplo, al final del capítulo sobre los disturbios en Egipto. Me molan varios de los personajes, Charlie, Neal, Sloan... Y, por supuesto, Jim, que con su historia me recuerda una barbaridad a otro Jim que trabaja vendiendo papeles. No creo que el paralelismo entre los lances amorosos del primero con Maggie y el segundo con Pam, y lo parecidos que son los apellidos de ambos (Harbert y Halbert) sea una casualidad, por cierto.

Love is in the air, está cantado

En el lado menos positivo, los principales protagonistas, Will y Mac, a veces son un poco insoportables. Con el tiempo, como decía antes, él mejora mucho, a partir del sexto episodio sobre todo. Pero ella es un poco histérica y cargante. También cabe señalar que la forma en que tratan el tema de la muerte de Bin Laden no me gustó, me incomoda mucho lo que he podido ver de cómo se recibió esa noticia en EEUU, y la serie va en la misma línea triunfal.

Cuando empecé a escribir este post pensé que en tres párrafos dejaba el tema zanjado y al final parece que me he enrollado un pelo más. Lo dejo ya, no sin recomendaros, por supuesto, que le echéis un vistazo, son diez capítulos de cerca de una hora de duración y dan para más de una carcajada, para emocionarse un poco y también para dar un par de vueltas a algunas ideas.

Orquestando Distracciones

Me llama mucho la atención eso que se suele decir cada vez que algo que no sea la mala gestión de nuestro gobierno, la corrupción, los recortes, rescates, la Merkel, los mercados o cualquier derivada similar llena portadas de la prensa y monopoliza tertulias de cafetería, barra de bar y redes sociales. Me refiero a esas sentencias del estilo a: “han conseguido lo que buscaban, distraer la atención de lo que realmente importa”.

Está claro que a veces hablamos de cosas que no son “lo que realmente importa” (por suerte, yo lo hago a menudo), lo que me choca es que esto se vea como un triunfo político de alguien. Quizás es porque yo soy raro, pero el hecho de que no me pase el día queriendo hablar, leer y escribir sobre las cosas que apestan en este país, no significa que se me olvide que existen.

Algo de esto hay, por supuesto, en el fútbol. Ya he tocado el tema más veces, no recuerdo si por aquí, pero en Twitter seguro que sí. Siempre hay voces que señalan que el fútbol es el circo con el que nos distraen de la mierda que nos tiran. Y no digo que no haya algo de verdad en eso, pero sí digo que no es efectivo. Al que no le moja este chaparrón de lluvia ácida socio-política, le mojaría igual de poco si en vez de con el fútbol se tuviera que entretener mirando a las musarañas y cazando gamusinos. Y al que sí le moja, no se le olvida por el hecho de que su equipo gane o pierda. Sólo desconecta un rato... pero coño, es que no desconectar con algo me parece un ejercicio de lo más insano. Normalmente, el tipo que se meta contigo por ver fútbol, será un gran aficionado a la lectura o al cine de autor, que si bien es un ejercicio de mayor exigencia intelectual, no deja de ser igualmente evasivo.

Si saltamos a otro plano más serio, también vemos algo de este rollo alrededor de la mayoría de manifestaciones, tras las que muchas veces se acaba hablando principalmente de si ha habido hostias o no, de quién ha repartido más, de si hubo buenos y malos, de yo qué sé, cosas que no son la razón por la que la gente se manifestó. Hay muchos que se entristecen al ver que esto ensombrece las razones de las movilizaciones y que es una maniobra orquestada para silenciar mediáticamente a una parte de la sociedad. De nuevo no digo que no sea así, pero, personalmente, dudo de la efectividad de este tipo de maniobras. Hoy por hoy, no dependemos de lo que digan las televisiones o los periódicos para recopilar información sobre lo que está pasando y a qué responde. Tenemos suficientes medios como para acceder a una gran pluralidad de opiniones y fuentes, incluso podemos ver cómo se cuentan las cosas que pasan aquí en el extranjero. Y deberíamos tener la madurez necesaria como para pasar por encima de las imágenes polarizadas que unos lados y otros ofrecen y ser capaces de extraer, al menos en parte, las verdades detrás de los titulares. Vamos, suficiente madurez como para reírnos de las portadas de La Razón, por ejemplo. Y poder hablar de ello sin olvidar que eso no es “lo que realmente importa”.

Hay otros casos de grandes maniobras de desplazamiento lateral que sí parecen funcionar, pero yo me inclino a pensar que ni siquiera en ellos se obra el engaño, sino que gozan del caldo de cultivo apropiado y lo usan en su beneficio. Pienso en los últimos movimientos del independentismo catalán, por ejemplo. Me da la sensación de que aquí hay un juego de manos que busca culpar exclusivamente a otros de algo que los mismos trileros han ayudado a hacer mal. Un juego de manos que parece estar funcionando, sospecho que porque, al margen de las dobles intenciones que oculta, el público estaba dispuesto a jugar de antemano, y eso era conocido. No sé si realmente lo que se vio en la Diada es mayoritario o no, aunque es obvio que es significativo, pero me niego a creer que toda esa gente se ha tragado el cuento que les intentan vender de que estarían mejor sin el resto de España porque los políticos malos son los “españoles” y no los “catalanes”. Al final, si el tema cuaja, será porque hay otras razones por las que una parte de los catalanes quieran poner una frontera más en esta extraña Europa nuestra, pero no porque se crean un cuento que sirve al único propósito de salvar el pellejo de algunos de los cómplices locales del contexto social en que vivimos. O eso quiero pensar.

Comprendo el cabreo de algunos cada vez que se percatan de cualquiera de estas maniobras disuasorias y de escapismo, de mayor o menor envergadura y con mayor o menor fondo, que abundan en estos días inciertos (en que vivir es un arte), pero quiero creer que estamos por encima de esos artificios y que sabemos reconocer las mentiras y los velos. Y si acabamos  cayendo en la dirección hacia la que intentan llevarnos, creo que es más sensato buscar los motivos o las culpas en lugares distintos a sus manipulaciones, porque es muy probable que los haya. Acertados o no, es otro tema.