Tenemos la inmensa suerte de vivir en una sociedad libre, en el sentido amplio del término. Hay muchos lugares en el mundo donde estaríamos millones de veces peor que aquí, a todos los niveles. Pero… ¿estamos por ello obligados a rendir pleitesía a un régimen político con tantas lagunas como el nuestro?
Aquello de que la Democracia es la menos mala de las opciones… no diré que no sea cierto, pero... ¿entre qué opciones? Cuando Platón escribió La República, ubicaba la Democracia como el segundo peor de los cinco regímenes que analizaba, sólo por encima de la tiranía. Vale que la Democracia ateniense y la nuestra no son exactamente la misma cosa, y que el sistema predilecto para Platón es, quizás, inalcanzable… pero oye, que uno de los constructores del intelecto occidental restara tanto valor a la Democracia, debería, al menos, hacer que pongamos en duda el axioma de que este sistema es lo mejor a lo que podemos aspirar.
Para empezar, tenemos que admitir poca gente sabe lo que quiere y aún menos gente sabe lo que necesita. Y esto es un problema. Que seamos, como sociedad, tan tontos como para elegir cosas que no nos convienen, no debería hacernos merecedores de tenerlas. Una Democracia sana tiene que ser, necesariamente, una Democracia bien educada… ¿la nuestra lo es? En mi opinión, no. Tomemos como ejemplo las últimas elecciones. Sin entrar a valorar lo conveniente o no del resultado (que en el fondo es irrelevante), os invito a investigar sobre cuántas personas votaron siguiendo alguno de estos razonamientos:
En resumen, somos una sociedad con dificultades para elegir la opción más conveniente de entre un abanico de opciones en el que no tiene por qué existir una que realmente sea conveniente. Por suerte para nosotros, la Democracia es sólo humo, opio, un entretenimiento, un disfraz… que nosotros elijamos quién es el títere, poco influye en cómo se desarrollará la función. ¿He dicho por suerte?
Nah, nuestra suerte es que vivimos en una sociedad libre. Eso sí es verdad. Pero, coño, no nos aferremos a este sistema político como a un clavo ardiendo sólo porque sea mejor que los regímenes totalitarios. Quizás no lo merezcamos como sociedad, pero eso no significa que no seamos capaces de idear formas de Gobierno más exigentes con nuestros líderes y con el rol que nosotros mismos desempeñamos en la función… aunque sólo nos sirva para escoger el mejor de los títeres.
Aquello de que la Democracia es la menos mala de las opciones… no diré que no sea cierto, pero... ¿entre qué opciones? Cuando Platón escribió La República, ubicaba la Democracia como el segundo peor de los cinco regímenes que analizaba, sólo por encima de la tiranía. Vale que la Democracia ateniense y la nuestra no son exactamente la misma cosa, y que el sistema predilecto para Platón es, quizás, inalcanzable… pero oye, que uno de los constructores del intelecto occidental restara tanto valor a la Democracia, debería, al menos, hacer que pongamos en duda el axioma de que este sistema es lo mejor a lo que podemos aspirar.
Para empezar, tenemos que admitir poca gente sabe lo que quiere y aún menos gente sabe lo que necesita. Y esto es un problema. Que seamos, como sociedad, tan tontos como para elegir cosas que no nos convienen, no debería hacernos merecedores de tenerlas. Una Democracia sana tiene que ser, necesariamente, una Democracia bien educada… ¿la nuestra lo es? En mi opinión, no. Tomemos como ejemplo las últimas elecciones. Sin entrar a valorar lo conveniente o no del resultado (que en el fondo es irrelevante), os invito a investigar sobre cuántas personas votaron siguiendo alguno de estos razonamientos:
- Fe ciega, sin análisis. Ni que decir tiene que no es una buena idea. Los partidos políticos cambian en la medida en la que lo hacen sus integrantes, además de que en distintos momentos del tiempo puede requerirse distinta naturaleza de soluciones. Votar siempre al mismo partido es casi una aberración, un error muy arraigado y que se relaciona con esta naturaleza tan española de elegir bandos.
- Búsqueda del mal menor en base a predicciones. Tampoco es buena idea, no sólo no es justo, sino que además tiene un aspecto perverso. Votar a Fulanito para que no gane Menganito, nos lleva a elegir a gobernantes que no nos gustan, pero que tienen más posibilidades de salir elegidos, porque asumimos que la gente se va a comportar del mismo modo erróneo que nosotros. Me pregunto qué pasaría si todos votáramos lo que queremos, y no pensando en qué votarán los demás…
- Voto de castigo. No es necesariamente mala idea: cuando los gobernantes se están equivocando, un cambio es, a menudo, positivo. Pero, a veces, el voto de castigo implica razonamientos absolutamente erróneos. Votar a un partido de derechas como forma de castigar a uno de izquierdas por sus políticas de derechas es… ridículo, en el mejor de los casos. Y ha pasado.
En resumen, somos una sociedad con dificultades para elegir la opción más conveniente de entre un abanico de opciones en el que no tiene por qué existir una que realmente sea conveniente. Por suerte para nosotros, la Democracia es sólo humo, opio, un entretenimiento, un disfraz… que nosotros elijamos quién es el títere, poco influye en cómo se desarrollará la función. ¿He dicho por suerte?
Nah, nuestra suerte es que vivimos en una sociedad libre. Eso sí es verdad. Pero, coño, no nos aferremos a este sistema político como a un clavo ardiendo sólo porque sea mejor que los regímenes totalitarios. Quizás no lo merezcamos como sociedad, pero eso no significa que no seamos capaces de idear formas de Gobierno más exigentes con nuestros líderes y con el rol que nosotros mismos desempeñamos en la función… aunque sólo nos sirva para escoger el mejor de los títeres.
1 comentarios:
Yo no cuestionaría el sistema sino a las personas que lo integramos y que en definitiva lo hacemos bueno o malo.
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