Voy a tirar de la excusa de un perezoso Agosto para traeros otro fragmento de mi pasado. Una pequeña divagación a la que profeso mucho cariño, y que hace más de cuatro años, 16 de marzo de 2006, que escribí. Era un tiempo en el que escribía mejor cuando lo hacía sin pensar... Me cuesta decidir si mi yo, el actual, está de acuerdo con áquel remoto yo... Vosotros, ¿qué pensáis?
Es la filosofía básica de demasiadas cosas de la vida: ensalzar aquello que nos arranca alguna sensación hasta convertirlo en un punto de escape del tedio, en un centro de gravedad para todo lo que no es grave. La figura con las manos tiene su encanto, pero es la proyección en la pared la que toma un nombre, la distorsión de la realidad es lo que en el fondo importa, porque la realidad puede o no existir, pero sabemos que nosotros consumimos percepciones.
El juego se complica cuando las percepciones se manipulan y desvirtúan, cuando la luz viene de lado y la mariposa se convierte en algo antinatural. El secreto está en aprender a jugar con las distorsiones para convertir la sombra en algo nítido y perceptible, independientemente de lo que hagan las manos. El modelo y la vista se han separado tanto que apenas podemos decir que uno sea base del otro. Y la imagen en la pared, que tanto nos gusta mirar, no tiene nada que ver con la realidad oculta en las manos.
La verdad sobre las sombras chinescas es que el engaño se realiza más para uno mismo que para cualquier otro espectador.
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