Una de miedo y algo más: The Babadook

No soy un gran fan del cine de terror, principalmente porque me da miedo, qué le voy a hacer. Que además no creo que sea culpa mía, las pelis de miedo se llaman así porque lo dan. Lo que no entiendo es por qué nos metemos de cabeza a ver una historia que está diseñada con la intención de asustarnos o perturbarnos, como si ésas fueran sensaciones agradables… En fin, que el terror no es mi género. Y, sin embargo, “The Babadook” me gustó. ¿Por qué? Os lo cuento.

El bicho es bastante majo para el mal rollo que da

Pero antes, os pongo brevemente en contexto. ¿Qué es “The Babadook”? Se trata de una película australiana de bajo presupuesto (¿indie?) que triunfó en el festival de Sitges el año que se estrenó (2014), pero no tuvo demasiada acogida en taquilla. Yo la descubrí en algún tuit furtivo, y volví a leer sobre ella a cuenta de una extraña confusión de Netflix que llevó al monstruo de la película a convertirse en icono gay.

El concepto de la historia no es nada enrevesado. Una mujer viuda cuida como puede a su hijo, un niño un tanto problemático, que está obsesionado con combatir a sus monstruos imaginarios. Pero la imaginación del niño se empieza a disparar de manera siniestra al leer un extraño y retorcido cuento infantil llamado “El Babadook”. A partir de entonces, madre e hijo entrarán en una espiral obsesiva que os mantendrá acurrucados en el sofá esperando que las escenas nocturnas pasen lo más rápido posible (y, quizás, maldiciéndome por haberos hablado de esta película).

El típico libro simpático de relieves

Igual parece la sinopsis de una película de tantas, para entender lo que tiene de especial hay que verla. O someteros a terribles y violentos spoilers que sé que no queréis. O contároslo de un modo vago y abstracto, que es lo que voy a tratar de hacer. La película tiene dos lecturas. Una es superficial, hecha sobre la literalidad de la historia, que ya es interesante per se gracias al sensacional trabajo de dirección y a las interpretaciones de la pareja protagonista (espectacular Essie Davis y sorprendentemente convincente y maduro Noah Wiseman): te mantiene tenso mientras observas la transformación de los personajes por el influjo del temible Babadook. La otra es una lectura más profunda, realizada a través del simbolismo de la trama: estad en guardia, porque no todo es lo que parece y las piezas irán encajando poco a poco, algunas de forma obvia, otras no tanto (como ese final absurdo que no tiene ningún sentido… salvo que sí lo tiene). Yo me quedo con la segunda lectura, pero sobre todo me quedo con la idea de que lo que estamos viendo pueden ser dos realidades diferentes con idéntico efecto final en los personajes que las viven. Y ambas realidades hablan de la persistencia del dolor, de la culpa, de la maternidad y del origen psicológico del terror.

Así que… vedla. Pero no olvidéis que yo ya os avisé de que da bastante miedo.

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