Decir que Celda 211 es una regular película que me encantó.
Me encantó porque hay en ella un actor, Luis Tosar, que se come, casi literalmente, la pantalla, que ilumina la historia, y que hace que ésta cobre cierto sentido.
Si ya este hombre me entusiasmó en la Flaqueza del Bolchevique, (véanla si tienen oportunidad), en esta ocasión he de reconocer que sublime es el adjetivo más certero que puedo aplicar a su interpretación. Tampoco restarle méritos a un joven, y casi desconocido, Alberto Amman, que a pesar de dar réplica a tan brillante actor, no desmerece en ningún momento, y hacen, ambos, una “pareja” tan antagónica como creíble.
Ahora bien, no podemos dejar a un lado los fallos, que los tiene, de este filme.
Tópicos redundantes, ¿De verdad que el ambiente carcelero es siempre el mismo?, un flojito casting para gran parte de los personajes, principalmente los que detentan la autoridad (policías, alcaide, mediadores…), hasta Resines está sobreactuado, una serie de escenas y acontecimientos sujetados con alfileres para que la historia cuadre, que no siempre lo hace, y algunos diálogos flojos, muy flojos…
¿Cualidad única de la obra de Monzón? Que todos esos fallos quedan en un segundo (o tercer) plano, porque la película nace con “Malamadre” en el patio de presos peligrosos, y muere con “Malamadre” en una camilla. No hay más. Y no importa.
Les gustará.
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