He tardado diez meses en leer Rayuela. Diez meses es una especie de récord. He tardado tanto porque me ha parecido un libro más bien malo. Esto es una opinión, no digo que sea malo, digo que me lo ha parecido. Y lo digo así para evitar la expresión "truño infumable", que queda muy fea escrita.
Cuando le contaba a la gente que estaba leyendo Rayuela desde hace equis meses y que no me estaba gustando nada y que estaba arrancándome de cuajo el gran amor que tengo por la lectura, me decían que por qué no lo dejaba. Supongo que en una pequeña parte era porque esperaba que al final tuviera un algo que diera sentido al conjunto. Pero principalmente era porque necesitaba conocer completamente lo que me estaba pareciendo el libro más sobrevalorado e insultante que he leído jamás.
O porque estoy en esa etapa de la vida de uno en la que no quiere dejar cosas a medias. En la que todo tiene un aspecto de cierta armonía que podría quebrarse con la aparición de un agente discordante. O de unos acordes en cadencia rota. Y no quiero que se quiebre mi cierta armonía.
Pero no he venido aquí a hablar de mí, sino del libro. Rayuela. Su mera concepción, aunque vestida de juego, es arrogante y, en parte, mentirosa. En otra parte es muy sincera: ya se presenta explicando con claridad que es enrevesado. Absurda, innecesaria y estúpidamente enrevesado. Sólo en forma, la trama no lo es, y el fondo es discutible. Rayuela se puede leer en orden o salteado. Esto suena a que el orden de lectura de las partes del libro hace que cambie la historia que cuenta, y parece una idea fascinante: las mismas palabras, las mismas escenas, reordenadas, cuentan algo distinto... una maniobra que pone en relevancia la importancia del contexto, una artimaña narrativa de aparente gran habilidad, blablabla. No, no os liéis, no va de eso. La realidad es que puedes leer los capítulos del 1 al 56 por orden, o puedes leer esos mismos capítulos por ese mismo orden, intercalando entre medias otros muchos capítulos (que ya podréis imaginar cuánto aportan a la historia), y esos capítulos prescindibles son los que siguen un orden salteado.
Los defensores de Rayuela señalan que no se trata de una novela, que no cuenta una historia, sino que es ¿qué? impresionismo literario o algo así. Un devenir mental de su protagonista, a través del que (interpreto yo) podemos empatizar con él y alcanzar a sentirnos como él se siente. También se valora cómo sitúa al lector como protagonista, como sujeto activo en la historia. Esto es bárbaro, ya que, desde mi punto de vista, el lector es constantemente despreciado durante la lectura de Rayuela, luego entro en esto.
Es cierto que el libro tiene momentos de gran belleza, en los que se llega a una comunión inusual con la historia y sus personajes, pero son anecdóticos frente a una amalgama de sinsentidos pretenciosos, discursos confusos y referencias inexplicadas.
Entre las faltas más llamativas de esta, digamos, peculiar novela, destaca el nulo desarrollo de la gran mayoría de los personajes. Sólo somos capaces de conocer al protagonista, Oliveira, y, en mucha menor medida, a Traveler (no en vano, la segunda parte del libro, dónde éste aparece, es muy superior a la primera). El resto bien podrían ser el mismo. Salvo la Maga y Talita, claro, dada su relevancia argumental, porque lo que es su desarrollo también es muy limitado, son personajes planos que se utilizan como objeto, más que sujeto. Concretamente, el desarrollo del personaje de la Maga es torpe y muy forzado. Nos tienen que recordar explícitamente que la Maga es medio tonta comparado con todo el grupo de culturetas insoportables con los que van, porque si no nos lo recuerdan no seríamos capaces de darnos cuenta, ya que habla poco más o menos como ellos de los mismos temas que ellos (sí, hace preguntas, eso es verdad). ¿Y de qué hablan? Durante páginas y páginas pueden hablar de un montón de músicos de los cuáles no conocerás a nadie, en conversaciones que quizás son interesantísimas. Para otra gente que no son yo. Y que no aportan nada. Y que no es posible seguir. No. Es. Posible.
Y éste es para mí el principal GRAN problema del libro: a menudo no se puede seguir. Y eso es insultante. Escribir algo en lo que se alardea (porque se alardea implícitamente, si queréis os cuento luego con cuánta torpeza se hace) de implicar al lector, después te meten conversaciones que el lector no puede seguir. O fragmentos en un idioma que quizás el lector no conoce. Inglés, francés, latín. Sin traducción, como diciendo "si no sabes francés, ¿qué mierda haces leyendo mi libro, inculto?". Si sumamos a esto los momentos de filosofía de barra de bar en los que uno sólo saca en claro que cada personaje es más pedante, intensito y gilipollas que el anterior, nos queda una estampa de exclusión excelente, una fiesta privada a la que el lector no está invitado. Ni quiere estarlo, qué coño.
Podría seguir, pero ya me he cansado. Rayuela será impresionismo, será arte, será todo lo que queráis... pero también es pretencioso, insultante, de construcción ajena al lector, enrevesado en su forma y aburrido (aunque eso es lo de menos). En mi opinión todo.
Y, eh, que será que no lo he entendido porque soy lerdo, o porque no he leído otras quinientas cosas, o porque no he escuchado nunca jazz, o porque no leí la edición comentada por una editorial que ha hecho su propia interpretación del libro, o yo qué sé. Pero si eso es así, lo siento, me estáis dando la razón, al menos en una parte: su construcción es ajena al lector, que sigo siendo yo.
Ah, y, hola de nuevo, amados lectores de NSL. No sé cuándo nos volveremos a juntar por aquí, pero ha sido un placer veros hoy.