Sí. Sigo aquí.
He estado calladito, pero he estado, al fin y al cabo. Mentiría si dijera que me he acordado mucho del blog en los últimos tiempos, lo tenía exactamente tan olvidado como daba a entender... Pero el caso es que, después de este largo silencio, he vuelto para contaros cómo está siendo mi vida en los Madriles, donde finalmente fui a parar hace poco más de un mes.
La vida aquí tiene sus pegas, comparada con la vida en Valladolid. Algunas son inherentes a la ciudad y otras a mis circunstancias concretas, por ejemplo, vivo sin Internet. Lo que implica que me he desenganchado del messenger y de ver todas las series y animes del mundo [ahora soy ligeramente más selectivo. Sólo ligeramente]. Es verdad que estoy escribiendo estas líneas desde el nido de solteros que mi hermano y yo nos hemos procurado en Madriz, pero es porque algunas veces mis incautos vecinos dejan el router inalámbrico sin contraseña y me alegran la noche...
Tampoco tengo televisión [tampoco es culpa de Madrid]. No es que la viera mucho [nada] en Pucela, pero el caso es que no tengo. He descubierto que es de esas cosas que echas de menos cuando estás solo en casa. Afortunadamente, sí que tengo un chisme USB que se conecta a la antena y pilla la señal de la TDT [ésa es, sin duda, la peor definición que podría dar un Ingeniero de cualquier tipo de dispositivo]. La parte irónica del asunto es que la principal razón que tenía para querer ver la tele era Muchachada Nui, que lo echan en la 2 y, por alguna extraña razón, mi chisme USB no encuentra la 2... No probs, veo Muchachada Nui los findes en youtube [y mola].
El último de mis problemas materiales es que tampoco tengo horno. De nuevo es irónico, porque la única cena que no me da pereza prepararme y que siempre me sale bien, manchando un subconjunto mínimo de elementos de cocina, requiere horno. Pizzas, claro. Así que estoy en plena regresión a Aquellos Maravillosos Meses en el país de la buena birra y las instituciones europeas, haciéndome las pizzas en el microondas. Por lo menos el que tengo aquí tiene grill.
A parte de esto, está Madrid en sí. Conjugado con el horrible horario que impone la consultoría, se convierte en una ciudad algo claustrofóbica... Voy a currar a las 8:30 de la mañana y salgo en algún momento entre las 7:00 y las 8:00, pero en lo que llego a casa es fácil que me den las 9:00 si tengo que hacer cualquier cosa por el camino. Si después me da por ir al gimnasio, ya se acabó el día. Y si no, intentar quedar con alguien para tomar una birra o algo, es toda una odisea, porque todos estamos parecidos por aquí, y encima lejos unos de otros.
Vamos, que estoy encantado.
Pero el curro me gusta. Y me niego a dejar que Madrid me gane la partida. Ya he conseguido un par de pequeñas victorias [más bien de lo que yo considero pequeñas victorias] por aquí. He encontrado una tienda de comics de la que ya soy casi habitual y tengo la entrada para mi primer concierto en la capi. Puede parecer una chorrada, pero tal y como yo lo veo, es mi forma de hacerme un hueco por aquí, de conseguir mejorar la normalidad.
Y eso es todo por ahora. No prometo escribir más pronto, pero prometo que si lo hago, será algo más abstracto, lírico, obtuso e incomprensible que estas insulsas líneas.
Besitos y abracitos.