Hay muchos temas dando vueltas en el tintero, preparados para saltar a por mí y obligarme a escribir sobre ellos. Muchos, lo cual es muy poco habitual. Atentos, porque no sé qué va a salir de aquí: un teclado, el bloc de notas y mi cabeza en ebullición de tonterías que pretende saber encadenar... son una combinación explosiva.
Empiezo por lo más importante, que es dar mi más sincero agradecimiento a toda la gente que ha visto el corto y me ha contado lo que les parece, y en general a los que me habéis dado vuestro apoyo en todos esos temillas con los que tonteo cuando me dejan el tiempo y el contexto. En serio, mola saber que la pijada que se me ocurrió hacer un día de resaca con dos perros globo puede conseguir que alguno de vosotros sonría. Hace que merezca muchísimo la pena haberme pasado un par de horas maquetándola (sí, tardé tanto, soy un aprendiz....). Y hace que me apetezca aún más dar forma a los tres cortos en flash que tengo ya en mente, pero dadme tiempo, que, como bien sabe Txans, nunca acabé aquel curso de flash...
Por otra parte, mi regreso a los escenarios es un tema más delicado e improbable, pero nunca se sabe. La verdad es que mis pinitos en el SingStar no han sido nada alentadores. Cierto es que no conocía algunas de las canciones que me tocó cantar y que llevaba a mis espaldas dos días de fiesta bastante importantes. Todo comenzó el pasado jueves cuando fuimos a celebrar el cumple de Dani. Hay dos problemas con el concepto “tomar unas birras un jueves”. Uno es que el viernes haya que trabajar. El otro es que esas birras sean Wojaks, mi rubia polaca preferida. Pese a todo, al final me porté bien y no llegué muy tarde a casa, por cierto que una de las cosas más cool fue volver en bici, como en los viejos tiempos en Bélgica...
Con cinco horas de sueño y una resaca reseñable, fui a trabajar el viernes y de ahí al concierto de Arché en Palencia. No voy a hacer una crónica del concierto, sólo diré que los Arché fueron, una vez más, el grupo que más animó a la peña en las fiestas de ITA, todos lo pasamos genial, tan bien que había que rematar la jugada por la noche en Pucela, como está mandado. Esto explica que el sábado, cuando subimos al Txami a hacer parrillada y sesión de SingStar, yo fuera un poco a cachos. Así que mientras la Pantoja cobraba su fianza en la Plaza Mayor de Valladolid, yo luchaba sin éxito por que la barrita azul encajara con la blanca mientras sonaba “Ella Baila Sola” y yo no sabía qué voz tenía que hacer yo.
Y, ya que he sacado el tema, podría enlazar hablando de lo ridículo que resulta que nuestro alcalde pague (vale, indirectamente) la fianza de una de las implicadas en el caso Malaya, pero como paso de meterme en políticas, no lo haré, prefiero seguir contando mis batallas y mis tonterías. Hoy, por ejemplo, he estado en el instituto... dando clase... “Dando” de “impartiendo”. A continuación os dejo el guión que me había preparado para empezar con buen pie:
“Hola a todos... Sé lo que estáis pensando. Estáis pensando que no os voy a enseñar nada que valga la pena, porque pensáis que todo lo que habéis aprendido hasta ahora son tonterías. Pues ya veis, yo... también lo creo –aquí me giro hacia el profesor habitual de la clase y le quiño un ojo mientras hago un gesto cool, tipo ‘Jesucristo colega’–. ¡Apagad los ordenadores! ¡Tirad los cuadernos! Poneos en pie y venid conmigo. Hoy os voy a enseñar a vivir”
Era guay, ¿eh? Pues al final no lo usé. En parte porque no tenía muy claro cómo les iba a enseñar Java haciendo un botellón en el patio del instituto. Al final opté por algo más convencional y menos susceptible de causarme una enemistad con el profesor de la clase, que al fin y al cabo es el que tiene que aprobarme el CAP. Otra de las entradas que había pensado, esta vez apoyado firmemente por mi hermano, era ir con un boken (una espada de madera) y decir algo así mientras lo blandía:
“La programación es un arte, si bien no ancestral, honorable –ahora dejaría el boken sobre la mesa del profesor–. Dejaré aquí el boken y el que quiera, podrá intentar cogerlo en cualquier momento, si lo consigue, aprobará la asignatura. Pero os advierto que el camino más corto para alcanzar un arte suele albergar más sufrimiento que el camino más largo”
O algo así. Luego se trataría de dar cachetazos cada vez que alguno fuera a por el boken. Tal vez habría podido seguir esta estrategia si hubieran sido chavales pequeños, pero con tíos de casi mi edad, era una jugada arriesgada (diría que una apuesta perdida). Así que di una clase normalita, solté mis tonterías alguna que otra vez, que por algo soy yo, pero nada dramático. Vamos que no salté con el tan manido chistecito de
“Shangai es el patrón de los homosexuales” ni nada parecido, pero aún así, fue bien la cosa (creo).
Y hasta aquí han dado mis ganas de divagar por hoy. Espero que os hayan gustado también las fotos de la entrada que, por supuesto, son del concierto del viernes.
¡Besitos para ellas y abracitos para ellos!